viernes, 6 de mayo de 2011

ATLANTIDA

¿Dónde estaba la Atlántida? 

Del mismo modo que coexisten opiniones considerablemente diferentes en el mundo académico respecto de si la Atlántida existió o no, incluso entre sus más fervientes partidarios, también hay criterios diversos acerca de su localización geográfica. Muchos piensan, como Platón, que está sumergida en el Atlántico. Otros creen que se encuentra bajo tierra, por ejemplo bajo las arenas del Sahara, que en una época anterior estuvieron cubiertas por un mar interior.


Otros consideran que puede hallarse bajo el hielo del Ártico, o bajo las aguas de otros océanos y mares, y hay quienes afirman que la Atlántida fue simplemente el nombre que Platón aplicó a otra cultura histórica, situándola “más allá de las columnas de Hércules” por un error geográfico.

Se han escrito varios miles de libros para demostrar la existencia o inexistencia de la Atlántida, pero es interesante que analicemos lo que piensan los autores o investigadores más destacados, antiguos o modernos, en cuanto a la situación geográfica de la islacontinente.


Después de realizar una muestra de 270 especialistas llegamos a la siguiente división de opiniones (considerando el elevado número de quienes han escrito sobre el tema, sólo hemos tenido en cuenta a los de mayor importancia histórica o a los investigadores más destacados, o a los que han realizado expediciones de búsqueda en una zona especial):

Supuesta localización de la Atlántida
Número de partidarios de esta localización:
- Isla sumergida o puentes terrestres en el Atlántico
- Nunca existió físicamente. Es sólo una leyenda
- Existió en Norte o Sudamérica o en ambas a la vez 
- En Marruecos o el norte de África, incluyendo Cartago
- En Tierra Santa, posiblemente en Israel o El Líbano, Tartessos y el sur dé España, Creta y/o Tera
- Gibraltar; otras islas del Mediterráneo y/o Malta
- Continente hundido en el Pacífico
- Desierto del Sahara, Irán
- Islas Canarias, Ceilán, México, Groenlandia, Sudáfrica, Crimea y sur de Rusia, Países Bajos, montañas del Cáucaso, Brasil, Nigeria
- Arabia, Bélgica, Gran Bretaña, Cataluña, Prusia Oriental, Etiopía, Francia, Iraq, Mecklenberg (Alemania), Europa del Norte, continente del Polo Norte, Portugal, Siberia, Spitzbergen, Suecia, Venezuela, Indias Occidentales, isla sumergida en el océano Indico
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¿Es posible encontrar la Atlántida?

Con el desarrollo de la exploración submarina y la arqueología, el problema del hallazgo de la Atlántida y todos sus tesoros culturales y materiales se convierte en un proyecto de investigación submarina, el campo más lógico tratándose de la búsqueda de tierras sumergidas. Se han logrado grandes avances en la utilización de hombres rana, cuyo radio de acción y profundidad a la que pueden descender aumentan constantemente. En un futuro próximo, y utilizando combinaciones especiales de gases, podrían alcanzar los 400 ó 500 metros.


Existen sumergibles de gran profundidad, como el Trieste II, de Picard y el Archiméde, que son capaces de descender hasta las grietas oceánicas más profundas. Se están construyendo otros submarinos pequeños, dotados de gran maniobrabilidad y con capacidad de realizar trabajos como si fuesen una extensión de los brazos del submarinista.


Además, cuentan con sonar y elementos de televisión para el examen del fondo del mar. The Alvin, perteneciente a la Union Carbide y con capacidad para dos hombres, localizó y “rescató” la bomba atómica perdida frente a las costas españolas.
¿Era ésta la Atlántida? Planicie elevada a lo largo de la cordillera meso-atlántica.

En los modelos más pequeños se están introduciendo constantes modificaciones. El Star Class I, de la General Dynamics, para dos hombres también, tiene un límite de permanencia en el agua de seis horas y un alcance en cuanto a profundidad de 130 metros, mientras el nuevo Star Class III puede bajar hasta casi 1000 metros y han aumentado su autonomía hasta veinticuatro horas. Jacques Cousteau ha perfeccionado un vehículo en forma de platillo que puede operar a una profundidad de 300 metros.

En aguas menos profundas, contamos con el Pegasus, de Omitri Rebikoff, que es una especie de torpedo en el que un submarinista cabalga como si se tratase de un caballo submarino y que, tal como ocurre con los buenos jinetes, lo maneja con piernas y aletas, no con las manos. Se trata de un aparato que combina movilidad con una visibilidad óptima. El PX 15, o Benjamín Franklin, capaz de transportar una tripulación de cinco hombres, es un vehículo utilizado para investigaciones prolongadas, con amplias ventanas y capaz de permanecer bajo el agua durante semanas, ya sea actuando con su propia fuente de energía o flotando y dejándose llevar por las corrientes submarinas, a profundidades de hasta 600 metros.

El Asherah, construido por la General Dynamics, es un submarino diseñado especialmente para llevar a cabo investigaciones arqueológicas bajo las aguas del Mediterráneo y en relación con las expediciones de la Universidad de Pensylvania. Es lento, sólo desarrolla una velocidad de 2,5 nudos, está equipado con elementos para detectar objetos, circuito cerrado de televisión y cámaras estereoscópicas, una herramienta para la investigación hecha a la medida de la arqueología submarina.


Existen planes para construir otro submarino especial, destinado a investigar el pasado “viviente”, o, más específicamente, todo lo relativo al monstruo del Loch Ness, utilizando además unidades de sonar situadas en tierra y en un barco como auxiliares de orientación. Tal vez la herramienta más útil con que cuentan los submarinistas en su trabajo a grandes profundidades es el Deep Diver, con su cámara hermética. Los submarinistas se someten a compresión en ese compartimiento, antes de descender a determinadas profundidades y luego, al volver a la cámara y antes de retornar al sumergible, opera la descompresión.

De esta forma pueden descender a profundidades mucho mayores y prolongar el tiempo de exploración. Con ello se logra también simplificar el problema de la descompresión. El proyecto Sea Lab(Laboratorio marino), que se encuentra en proceso de experimentación, permite a los submarinistas operar durante largos períodos a una profundidad de más de 180 metros.
Esto presenta un interés especial si se piensa que la mayor parte de la plataforma continental tiene una profundidad de menos de 180 metros. El Sea-Lab es una “casa” submarina que reposa sobre pilotes y a escasa distancia del fondo, con una salida directa hacia el mar en el suelo, a la que el agua no puede pasar debido a un mecanismo de presión y a través de la cual se deslizan los submarinistas, utilizando equipos Mark VII, dotados de mezclas especiales de oxígeno y helio. Los buceado-res son mantenidos a la misma presión, dentro y fuera del Sea Lab y gracias a ello pueden permanecer durante largos períodos a grandes profundidades, antes de someterse a descompresión.

Actualmente existe un sistema, utilizado por los submarinos, que consiste en un “sonar” capaz de perfilar superficies o proporcionar una visión lateral, que puede ser empleado para localizar construcciones submarinas y también formaciones naturales. Incluso puede realizarse una investigación electrónica de promontorios submarinos, para determinar su composición. Y, utilizando la impresión magnética del fondo del océano, que es una técnica nueva y sorprendente, se puede llevar a cabo la exploración para precisar la “edad” del terreno desde el propio vehículo submarino. Además, en los últimos años se han realizado espectaculares avances en la precisión de la época de origen de los objetos. Entre ellos, junto al uso del carbono radiactivo figuran las nuevas técnicas determoluminiscencia y arqueo-magnetismo.


Ahora que se puede contar con tales elementos, la localización de los verdaderos vestigios de la Atlántida está más próxima que en la época en que Wm. Gladstone trató de obtener del Parlamento británico fondos para la investigación en el Atlántico, o cuando Donnelly sugirió que,

“...las naciones de la tierra podrían utilizar sus flotas de guerra ociosas (sic) para traer a la luz del día algunas de las reliquias de estos pueblos enterrados. Ciertas partes de la isla yacen sólo a algunos cientos de brazas bajo el mar, y si se han enviado expediciones cada cierto tiempo para resucitar tesoros sumergidos desde las profundidades del océano, ¿por qué no hacer un esfuerzo para llegar hasta las maravillas de la Atlántida?...”
Las nuevas técnicas de buceo y submarinismo han permitido ya la exploración completa de la plataforma continental que se halla a nuestro alcance, y es allí donde sin duda habremos de descubrir restos prehistóricos y claves que permitirán obtener una mayor precisión en torno al “misterio” de la isla-continente. Esto debería ocurrir no sólo en la zona de las Azores, las Canarias y otras islas atlánticas, ya que el alcance de la exploración submarina en el Atlántico cubre todos los territorios que realmente no se sumergieron, sino que fueron anegados por la crecida de las aguas provocada por el último deshielo de los glaciares.

Estas tierras se extienden sobre una gran parte de la plataforma continental de Europa y del continente americano y también por los zócalos de las islas atlánticas, algunas de las cuales pueden haber sido cubiertas por las aguas, en crecidas provocadas por movimientos sísmicos, producidos a su vez por las erupciones volcánicas.

Estas tierras sumergidas incluyen, pues, muchas zonas donde se piensa que estuvieron situadas ciudades y tal vez continentes perdidos. Los últimos lugares de colonización, frente a las costas de Francia, España e Irlanda, las tierras anegadas de la cuenca mediterránea, los restos del mar Báltico y de las culturas prehistóricas de Norte y Centroamérica (incluso la “reaparecida Atlántida”, frente a las Bimini) y especialmente las primitivas tierras bajas y ciudades costeras de las islas atlánticas que, de haber existido, habrían estado cerca de la vieja línea de la costa o planicie costera que ahora, tras las inundaciones e inmersiones, se encontraría por lo menos a 200 metros bajo el mar.


De ahí que el espectro de la investigación atlántica pueda extenderse ahora hacia todo el litoral atlántico y también hacia las islas oceánicas y sus planicies sumergidas. Pero resulta improbable suponer que se organicen expediciones costosas para encontrar la Atlántida, por muy importantes o valiosos que puedan ser los restos y utensilios sumergidos, sin tener indicios acerca de ubicaciones específicas, dentro del otro mundo que existe bajo el mar.


Sin embargo, podemos esperar que sean descubiertos elementos arqueológicos relacionados con el complejo cultural atlántico en el fondo del mar, gracias principalmente al azar y a que el nuevo y más eficiente equipo de investigación permite a los científicos realizar una mayor variedad de investigaciones submarinas. Estas incluyen, por ejemplo, la búsqueda de buques desaparecidos, como el submarino atómico Scorpion, que fue finalmente localizado a 130 kilómetros al sudoeste de la isla Santa María, en las Azores; la prospección de pozos petrolíferos u otros materiales en la plataforma continental; la confección de mapas y la realización de estudios del fondo del mar, de las corrientes submarinas y la población ictiológica. 
 

El océano es el último gran tesoro del mundo y lo que se ha hundido en él o ha sido tragado por sus aguas está allí, esperando a que dispongamos de los medios y la capacidad para encontrarlo. Ahora, por primera vez en la larga historia de la búsqueda de la Atlántida, tenemos esa posibilidad. La clave respecto de nuestro pasado podría hallarse en el fondo del océano.

Una pregunta final: ¿Es posible encontrar la Atlántida?


El futuro inmediato nos dará la respuesta. Creemos que sí. Depende fundamentalmente de los esfuerzos de los exploradores submarinos, los descendientes psicológicos de los atlantes; el nuevo “pueblo del mar”. 

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